Cipriano Castro Ruiz Y La Actividad Aseguradora.

(Segunda Parte)

Después de 153 días calendario, el General Cipriano Castro arribó a Caracas (Capital de la República), a las 5 de la tarde del domingo 22 de octubre de 1899, en medio de la proclamación de una muchedumbre efervescente y del tropel de funcionarios públicos que, tan solo buscaban proteger sus cargos. La Revolución Liberal, liderada por Cipriano Castro, había concretado su ciclo histórico; según testimonio de un alto dignatario extranjero (El Ministro Loomis), “Castro estaba dispuesto a encargarse del gobierno y el General Ignacio Andrade (“Presidente en funciones”), a retirarse en favor del primero”. Finalmente, Andrade se ausentaba de Caracas y abandonaba al país (Como en efecto lo hizo, zarpando a Trinidad y Barbados).

Juramentándose al día siguiente (23 de octubre), el ahora presidente Castro se rodeó de “importantes elementos” y figuras liberales dominantes en las altas esferas del Estado; según el historiador William Sullivan, “ningún miembro del gabinete era andino”, generando desilusión en las filas tachirenses que, se sintieron marginados con empleos de “segunda y tercera” categoría en el aparato burocrático gubernamental.

William Sullivan reafirma la tesis, de que, la orientación política inestable vivida momentáneamente para aquel postrero instante, explicaba el mantenimiento de la “vieja dirigencia en el poder” y, con un comportamiento zorruno, Castro consideraba que la élite del Centro no habría permitido una dependencia de los andinos, recién llegados.

En lo económico, Venezuela se encontraba en caos, pues según William Sullivan “los programas de obras se paralizaron, se redujeron las partidas para la educación, los bancos dejaron de pagar dividendos y los empleados públicos recibían una ración diaria en vez de salarios”. En fin, la hecatombe financiera, ya que la baja en los precios del café (principal producto de exportación) incidió en dicho proceso de deterioro. En tal sentido, la renta fiscal entre el 22 de octubre de 1899 hasta el 1° de enero de 1900, fue de tan solo Bs. 2.597.218, 18 (Muy por debajo de lo normal, según informe de Julio Torres Cárdenas a la futura Asamblea Nacional Constituyente, enero 11,1900).

Como necesitaba estabilidad y “dinero”, Cipriano Castro instó a los banqueros a mantener la “subvención”, al recién instalado régimen forzándolos por vía del vejamen y la cárcel; según Sullivan, para los últimos días del mes de diciembre del año 1899, la administración pública adeudaba la cantidad de Bs. 6.873.314,34 al Banco de Venezuela, “avalados por los ingresos aduanales y los bonos de las minas de sal” (En correspondencia dirigida al ministro de Hacienda, el 23 de diciembre de 1899). Entonces, el Banco de Venezuela contenía en moneda nacional, la suma de Bs. 2.489.836,83 (en Caja, Billetes y Cajas en las Agencias).

Por su parte, el Ministro norteamericano Loomis al Secretario de Estado de E.E.U.U. (en memorándum del día 20 de enero de 1900), informaba que, Venezuela tenía dos fórmulas para salir del atolladero, como eran el notable incremento de los precios del café (lo que no estaba a la vista) o adquirir un nuevo empréstito foráneo, con garantía de los ingresos aduanales, manejados por “extranjeros capaces y honestos”. Para este último propósito, Cipriano Castro envió a varios comisionados con el fin de obtenerlo, entre ellos al Cónsul de Bélgica en Venezuela (Charles R. Röhl), quien intentó negociar con la Seligman Brothers Banking House del American Syndicate de Nueva York, la Dsconto Gessellschaft (Berlín, Alemania), J.P. Morgan y la empresa aseguradora New York Life Insurance Company; como estas grandes corporaciones exigían férreos controles a los cuales se negaba Castro, todas las gestiones fueron infructuosas, quedándole al Ejecutivo Nacional “reparar” sus aprietos financieros, a costa de “impuestos internos y mayores tarifas aduaneras”

En la postrimera década del siglo XIX, en Venezuela operaban varias firmas extranjeras de seguros (Principalmente en Maracaibo, Caracas, La Guaira y Valencia), como El Sol de Canadá (canadiense), las alemanas Albingia, la Phoenix Assurance Co., la Hannover Fire Inc. Co. (dedicada en exclusividad al seguro de incendio) y la Equitable Life Insurance Society (de New York, EEUU), quienes actuaban sin control alguno de los sucesivos gobiernos, “siendo éstos, en la mayoría de los casos, displicentes”, según lo reseñara en mi artículo “A propósito de la Apertura Internacional” (Revista Colegio en Acción números 14-18, de agosto de 1995).

Formando parte de esta singular crónica, para 1892 venía advirtiéndose sobre las tropelías que venían cometiendo algunas aseguradoras, primero en las “indemnizaciones” para los asegurados (por el tema de la extraterritorialidad), y segundo, en los desvíos dinerarios hacia el exterior que, se hacían de las primas pagadas por los tomadores y contratantes.

Con fecha 2 de agosto de 1900 y desde Caracas, el señor Fernando Figueredo Figueredo dirige la presente correspondencia al general Cipriano Castro, que tuve la oportunidad de obtener para su lectura, en los archivos históricos de Miraflores. La misma tiene el siguiente texto:

Respetado Señor General:

Me tomo la libertad de dirigirle la presente, rogándole se sirva excusar la molestia que pueda ocasionarle, pero considero ya indispensable a mi propósito dirigirme a Ud. sin intermedio de otra persona, porque estoi (*) en conocimiento de la justicia que lo anima a llevar a buen término toda idea que tienda a ser beneficiosa al país.

Hace ocho años que me he ocupado del estudio científico de la materia Seguros de Vida, Marítimos, de Incendio, y sin jactancia puedo afirmar a Ud. que, aplicando mis estudios de matemáticas y leyes, he logrado dominar completamente aquellos ramos de la ciencia.

Con tristeza he visto que en mi país no existe reglamentación ni vigilancia alguna sobre la Institución que explota el negocio de Seguros, como sucede también con las Compañías Anónimas en su mayor parte, en lo cual revelamos un atrazo (*) notable, y tanto más es de sentirse esto, cuando las instituciones extranjeras de seguro extraen anualmente del país, en oro (1), alrededor de ocho millones de bolívares, sin que de manera alguna estén compensadas esas salidas, ni brinden al país ganancias ni beneficio alguno, como lo hacen en donde los gobiernos han tomado parte en el asunto”

Como lo escribí entonces (1995), desconocemos la respuesta dada por el general Cipriano Castro, pero en la vida y en la historia existen vivencias que se repiten, y esto lo escribo con toda mi responsabilidad literaria, pues se han suscitado en los últimos años experiencias que nos hacen reflexionar, a propósito de las empresas aseguradoras que “operan en el país y no han sido autorizadas por el Ejecutivo Nacional de la República Bolivariana de Venezuela”. Sobre ello, hago una alarmante advertencia.

Fuente: *“A propósito de la Apertura Internacional “, cuya autoría intelectual es del Profesor Pastor Ascanio Heres (agosto de 1995)

Registro Histórico de las Empresas Aseguradoras………” Autor: Profesor Pastor Ascanio Heres.
*Carta del señor Fernando Figueredo Figueredo a Cipriano Castro (Miraflores). Autor. Fernando Figueredo F.
*El Despotismo de Cipriano Castro. Autor: El Historiador William M. Sullivan.
(1) Ocho millones de Bolívares, en oro, extraían las empresas aseguradoras, sin control alguno.

Por: Prof. Pastor Ascanio Heres

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