“Doy entera fe, de que, los presentes escritos son productos de mi investigación y total autoría intelectual” Pastor Ascanio Heres, Marzo del año 2022.
UN INCENDIO QUE NADIE AUGURABA TRÁGICO
(Londres, septiembre de 1666)
En la Revista número 100 de Macroeconomía (2013), tuve la ocasión de publicar un artículo intitulado “Grandes tragedias en la Historia y el seguro de incendio”, donde resaltara de manera rigorosa el voraz incendio que asolara a la ciudad de Londres en el mes de septiembre del año 1666.
Muchos investigadores han equiparado esta tragedia con el remoto incendio de Roma que, algunos atribuyen a los cristianos y otros al Emperador Nerón (De nombre Lucio Domicio Enobarbo, nació en el año 37 D.C. y se suicidó en el 68).
Para la década de los 60´ del siglo XVII, Inglaterra atravesaba tiempos dificultosos en virtud de las previas circunstancias que imperaron; con el rey Carlos II, se restableció la monarquía, primero constitucional a la inglesa y más tarde, profundamente absolutista. Sin embargo, el pueblo inglés, monárquico por tradición, aceptó los vaivenes de esa política inglesa, pese a las privaciones económicas y sociales a que era sometido.
El día domingo 2 de septiembre amaneció como cualquier otro, solo que, se agregaba el inesperado suceso de que, la panadería propiedad del señor Thomas Farynor (Farriner para otros) comenzaba a arder en un copioso fuego.
Thomas era el panadero Real de Carlos II y es factible que, él o algún empleado dejase algún horno encendido el sábado 1º en la noche, motivando ulteriormente el gigantesco incendio de Londres.
El negocio estaba emplazado en Pudding Lane. Sobre la particular fatalidad y en la publicación mencionada, me permití la presente remembranza (2013):
“El lunes 3, el fuego avanzó hacia el lado norte de la urbe londinense y para el martes, estaba propagado sobre la mayor parte de la ciudad, arrasando a su paso 13.200 viviendas, 87 iglesias, el Salisbury Court Theatre, La Livery Company, la Royal Exchange, la Casa de Aduanas, el Ayuntamiento de Londres, el palacio correccional, 4 puentes sobre los ríos Támesis y Fleet, 3 puertas de la capital y la Catedral medieval de St. Paul. En su disparatada travesía, sembró el pánico general y su extinción, ocurrida el miércoles, se debió a dos causas: el viento del este amainó sorpresivamente, cortándole oxígeno, y se crearon inmensos cortafuegos con la utilización de la pólvora, lo que engendró finalmente su liquidación física.
Un repertorio de testimonios escritos se atribuyeron historias fantásticas sobre el funesto holocausto pirológico, como el de Samuel Pepys (20-02-1633/ 26-05-1703), quien anotó en su Diario Personal (En los albores del domingo 2 de septiembre de 1666):
“Día del Señor. Algunas de nuestras doncellas, que permanecían despiertas hasta tarde efectuando los preparativos para la festividad de hoy, nos llamaron a eso de las tres para señalarnos un gran incendio que (se) divisaba en la City. Me levanté y me deslicé en camisón hasta la ventana. Calculé que sería en la parte de atrás de Market Lane, es decir, suficientemente lejos, por lo que volví a acostarme”
Más tarde, Samuel Pepys se acercó al Palacio Real para enterar al rey Carlos II sobre la infortunada situación, que azotaba violentamente a la ciudad. En las transcripciones de su Diario, anotó:
“Recorrimos el río, mirando al fuego que aumentaba sin cesar. Sobre la superficie del Támesis, de cara el viento, se sentía uno casi quemado por una lluvia de chispas. Esto es estrictamente cierto…… Me deshice en lágrimas ante tal cuadro. Las iglesias, las casas, todo llameaba a la vez. El estrépito horroroso que producían las llamas y el crujir de las casas que se desplomaban”.
En otro ángulo de la City, el ciudadano John Evelyn percibió el lamentable espectáculo, dejando la siguiente testificación escrita:
“La conflagración era tan universal y las personas (estaban) tan estupefactas desde el inicio, yo no sé si por abatimiento o por destino, ellos apenas se movieron para apagarlo, de modo que no había nada (que) escuchar o ver sino gritos y lamentaciones corriendo alrededor como criaturas distraídas, ni ningún intento incluso de salvar sus bienes, como si una rara consternación estuviera encima de ellos”.
Con la lamentable circunstancia de haberse “incendiado y perdido” parte de la ciudad, el London Gazette reseño los infaustos acontecimientos, día tras día (del 3 al 10 de septiembre de 1666).
En su Diario personal, el joven escolar Williams Taswell quien tan sólo tenía 14 años de edad, asentó todos los pormenores de tan horrenda catástrofe humana.
Testigo privilegiado fue el doctor Nicolás Barbon quien, debido a causas humanitarias atendió diligentemente a los abundantes lesionados de aquel caos incendiario; además de economista y a posteriori empresario asegurador, vio la futura oportunidad de operar en el seguro de incendio que, a partir de ese instante adquirió preponderancia.
En “Grandes Tragedias en la Historia y el Seguro de Incendio”, esbocé un breve recuento de Nicolás Barbon y su histórica oficina:
“Espectador por excepción, tuvo la rutilante intuición de plasmar un producto de seguridad que, colocado masivamente y a costo accesible, cubriera económicamente las contingencias del incendio, partiendo de la costumbre marítima de asegurar los barcos y empleando sus métodos.
Para implementar dicha práctica, Barbon convocó a contadores, técnicos y financistas (11 en total), argumentó y analizó las primeras tablas actuariales para justipreciar el riesgo como tal, inaugurando una oficina para asegurar edificios y viviendas de ladrillo, que para 1680 se denominaba “The Fire Office” (o Phenix). Igualmente creó el primer escuadrón bomberil de la City, que dependía en exclusividad de “The Fire Office”.
Finalmente, el miércoles 5 de septiembre el incendio fue contenido, gracias al esfuerzo de los voluntarios que, en gran número se agregaron a tan ingrata tarea. En cuanto al número de fallecidos, existen variadas versiones testimoniales; unos atribuyen que las víctimas fueron pocas, entre ellas una criada de Thomas Farynor. El autor Neil Hanson en su libro “The Dredful Judgement”, calcula una cifra superior, resumida en cientos; en cuanto a las pérdidas materiales se han valorado en más de 10 millones de libras esterlinas para la época, según las estimaciones de versados.
Como recordatorio para siempre, el Rey Carlos II autorizó un emblemático detalle que, en mi bibliografía resalté de la forma siguiente:
“Como doloroso recuerdo de aquella dantesca escena, el Rey Carlos II decretó el Monumento al Gran Incendio de Londres (1671 al 1677), que hoy se encuentra en la intersección de Monument Street y Fish Street Hill, a 60 metros de la Panadería en Pudding Lane. En cuanto a la reconstrucción de la destruida metrópoli, Carlos II se la encomendó al afamado arquitecto Wren Christopher, quien dejó para la historia monumentales obras arquitectónicas”.
Hoy el seguro contra incendio, garantiza mediante una póliza la indemnización al asegurado, siempre y cuando los daños físicos elementales suscitados por el fuego incontrolable, afecten las propiedades cubiertas.
Es indudable que, el seguro contra incendio además de garantizar el resarcimiento por la pérdida de los bienes asegurados, contribuye a reducir la incertidumbre, permitiendo aumentar el desarrollo de la empresa.
También es un método, para “recuperar” las cosas económicamente que, se pierdan a consecuencia del fuego y su propagación, el incendio. Desde sus comienzos hasta nuestros días, el seguro de incendio ha evolucionado gradualmente.
Por otra parte, Nicolás Barbon manejó con rotundo éxito la “Fire Office” y dentro de sus teorías como economista, estableció que el valor natural de las cosas era simplemente representado por su precio en el mercado; se sabe que falleció en 1698, dejando precisos estudios sobre el seguro de incendio y la práctica bomberil de la City.
EDWARD LLOYD, SU FAMOSO CAFÉ Y LA GRAN CORPORACIÓN LLOYD´S
El Manual Básico de Seguros, elaborado por los tratadistas I. H. de Larramendi, J.A. Pardo y J. Castelo, señala que aún subsisten asociaciones de suscriptores a la vieja usanza de los comerciantes que, en los siglos XVII y XVIII aceptaban seguros marítimos principalmente, como personas individuales; aún no estaban en boga las firmas mercantiles aseguradoras.
Y sobre dichas corporaciones, hacen hincapié sobre el rol atribuido al Lloyd´s de Londres en los siguientes términos:
“Merece destacarse como la más importante de estas asociaciones el Lloyd´s de Londres, que ha llegado a convertirse en la más conocida corporación de seguros del mundo.
(El) Lloyd´s es la agrupación de una serie de aseguradores que, individualmente y a través de los sindicatos en que pueden asociarse, aceptan riesgos de seguro y reaseguro de modo absolutamente independiente entre sí, sin perjuicio de haber creado unos órganos comunes de contabilidad, emisión de pólizas y tramitación de siniestros para la totalidad de los asociados”
En mi ininterrumpida labor dentro del contexto asegurador venezolano, he tenido manifiestos desencuentros con personas del sector (se podrían considerar como polémicas) que, me aducen erradamente que la Corporación Lloyd´s es una empresa aseguradora (firma mercantil) de envergadura mundial. Pareciera contradictorio incursionar en esas penosas diatribas ante la ignorancia de los intemperantes argüidores que, inclusive me han propuesto que yo revise la Historia, a quien Historia contada tiene.
En tal sentido, el Lloyd´s es definitivamente una corporación inglesa de aseguradores individuales integrados en varios grupos independientes entre sí, que, se denominan Sindicatos, los cuales aceptan riesgos a través de sus propios miembros, llamados Underwriters.
Éstos son los únicos individuos que, siendo socios del Lloyd´s, pueden aceptar seguros; gozan de una fuerte solvencia financiera, ser presentado por miembros natos de la Corporación y estar amparados por otros tantos.
Por otra parte, los riesgos solo pueden ser presentados a la aceptación a través de los BROKERS o firmas de corredores de seguros, quienes para actuar precisan de un reconocimiento previo por parte de la Corporación, pero ésta no restringe las funciones de los colocadores, pudiendo, si lo consideran conveniente, colocar seguros, reaseguros y retrocesiones en cualquier otra Compañía Aseguradora.
Es así que, el Lloyd´s de Londres ha llegado a convertirse en la más conocida corporación de aseguradores naturales que, individualmente aceptan riesgos de seguro y reaseguro de modo absolutamente independiente entre sí, constituyendo ejemplo elocuente de adaptación paulatina de fórmulas antiguas a las circunstancias del mundo moderno. Su lema institucional: Fidencia.
En un momento de mis vivencias, pretendí darle un perfil completo al tema del Lloyd´s que, muchos consideran obra creativa de Eduard Lloyd (tejiéndose muchas exégesis). En la revista número 99 (año 2012) de la prestigiosa editorial Macroeconomía, me permití abordar el nacimiento del Lloyd´s transcribiendo lo siguiente textualmente, no sin antes enfilar mi prosa hacia el gestor de aquel histórico Café, Mr. Eduard Lloyd (A):
“Según la brevísima historiografía de Edward Lloyd, el primer indicio que se tiene sobre el paradero de él, se debe a un anuncio difundido por el London Gazette el 18 de febrero de 1688, con motivo del “robo” de unos relojes, por el cual se ofrecía una compensación de una guinea por la pista para tal hallazgo, a la siguiente dirección: Mr. Edward Lloyd´s Coffe House in Tower Street.
Con seguridad poco se conoce de Edward Lloyd (¿ -1713), pero en su juventud debió ser espectador de la restauración de la metrópoli londinense después del incendio de 1666 y de las transformaciones que se avecinaron posteriormente. Lo que es auténtico y emblemático, es que Edward Lloyd jamás ideó el contrato de Préstamo a la Gruesa, ni suscribió seguros, sino eran sus numerosos clientes por cuenta y riesgos propios (agentes de seguros, comerciantes y armadores), quienes frecuentaban el Café a la pesquisa de noticias, transacciones bursátiles y la compra-venta de sedas, granos, cereales, joyas y piedras preciosas, en una tropelía para obtener el favoritismo de tan disímil heterogeneidad de negociantes y mercaderes.
En un local de superficie arenosa, por su proximidad al río Támesis (Tower Street), burdo mobiliario y un mostrador que más bien fungía como estafeta postal (“donde no faltaba material para escribir una carta”), los marinos, traficantes y corredores discutían sus diarias transacciones por la venta de buques, cargas, seguros y otros efectos mediante subastas by inc of candle, además de ingerir sus bebidas y manjares de preferencia, entre ellos el café que estaba en boga en la etapa londinense del Rey Carlos II, a pesar de las “artificiosas restricciones”
En su afán de que prosperara su negocio, Edward admitía ciertas permisibilidades como la puja, las calurosas discusiones sobre la navegación y las confidencias por parte de marinos y capitanes, tener en su recinto una inmensa pizarra negra y una tiza, para transcribir los datos de los buques y de las aventuras del mar de los mismos, así como permitir que refrendaran sus firmas en las pólizas las personas adineradas que aceptaban cubrir los riesgos de los navíos por el que respondían, a las cuales empezaron a tildárseles “Names”. En vista de las pocas publicaciones públicas escritas, el Café constituía un reservorio de las más certeras noticias diarias del quehacer económico de la City y de Europa.
A causa de tan vertiginoso crecimiento y por “su escasa capacidad física”, Edward Lloyd traslada su establecimiento en 1691 al número 16 de Lombard Street (Calle de los Lombardos), a muy pocos metros de las oficinas del correo central, lo que dinamizó sus innumerables operaciones. Para 1696, imprime una gacetilla llamada “Lloyd´s News”, precursor del posterior diario “Lloyd´s List”, que comenzó a publicarse en 1726
El Lloyd´S News perduró hasta 1697 (26 de febrero). Con el tiempo y sin percatarse, Edward Lloyd sentaría las bases de un lugar, que con el tiempo adquiriría “rango” de celeridad comercial en cuanto a la actividad aseguradora mundial. En 1713 fallecería, a la honrosa edad de 65 años”.
Sin embargo y en previsión, el señor Edward Lloyd había concertado un mes antes de su muerte, el matrimonio de su hija Handy con su empleado William Newton, quien desde hacía algunos años atendía el Café, con “el acierto de no alterar el alto prestigio que había alcanzado con su fundador”.
Pese a la precaución adoptada por Edward Lloyd antes de su defunción, su yerno William Newton fenece en el mes de agosto de 1714, sin dejar sucesión, y pocos meses después, su hija Handy celebra nuevas nupcias con Samuel Sheppard que, con legítimos derechos conyugales continuará al frente del próspero negocio.
En el primer cuarto del siglo XVIII, se cristalizaron manifiestas metamorfosis en el sector asegurador inglés, asentadas escrituralmente en el legendario manuscrito que reposa en mi poder, cuyo contenido fiel es el siguiente:
“De esta forma se llega al año 1720, llamado a presenciar un acontecimiento que marca una nueva era del seguro en general. El Parlamento inglés vota una ley concediendo el monopolio de seguros a dos Compañías que se crean entonces: London Assurance y Royal Exchange, entidades de glorioso historial, que han llegado a nuestros días. El privilegio en cuestión impedía que cualquiera otra entidad pudiera dedicarse al seguro marítimo, negocio en el cual se había llegado a un grado de especulación que muchas veces rayaba bien en una estafa o en una quiebra. Sin embargo, aquella Ley no prohibía las operaciones de seguro realizadas individualmente”.
De manera que, a partir de aquel instante se origina una “disputa” entre las dos firmas mercantiles favorecidas por el monopolio y los aseguradores individuales, quienes se consideran perjudicados y por añadidura, se pliegan y observan las normas introducidas en la referida Ley.
En vista de aquella “rivalidad” tan desigual, los aseguradores individuales se asocian mutuamente con el fin de distribuirse un mismo riesgo, “pero con el sumo cuidado de no incumplir los preceptos de la Ley”, que, pudiera inferir de aquella asociación que, estaban ante la formación de una sociedad mercantil. En el viejo manuscrito, ya señalado, su autor anónimo conjetura al respecto:
“La fórmula que habría de resolver el problema (y así ha sido desde entonces) era que cada uno garantizara su parte por sí y no el uno por el otro, principio fundamental del Lloyd´s, que refleja fielmente su constitución y que se ha mantenido incólume a través de los siglos, aclarado por la definición atribuida a William Farraut: “individualmente somos aseguradores; colectivamente somos….el Lloyd´s”.
A partir de ese momento, se dejaron sentir unos “efectos contrarios” que, incidieron positivamente en el rol que venían desempeñando los aseguradores individuales, aunado a que, las firmas monopolistas centraron su atención hacia los seguros de vida e incendio que, recién comenzaban a divulgarse.
Para 1734, el patrón del Café Lloyd´s era el señor Thomas Jemson, quien inicia la edición del “Lloys´s List”, folletín diario (después de haber pasado por la transición de editarse semanalmente), en el cual se condensó todo el movimiento marítimo de su época; el ejemplar existente más antiguo que se conserva, data del viernes 2 de enero de 1740.
Sin embargo y en busca de una matriz cónsona con el movimiento del transporte marítimo, no tardan en establecerse registros de buques, apareciendo para 1764 el primer libro que contenía la siguiente información: 1º.- Nombre anterior del buque; 2º.- Nombre actual; 3º.- Puerto de matrícula; 4º.– Puerto de destino; 5º.- Nombres y apellidos del Capitán; 6º.- Tonelaje; 7º.– Número de cañones (Previstos para la defensa del buque); 8º.- Lugar y fecha de la construcción; 9º.- Armadores; 10º.- Hombres de la tripulación; y 11º.- Equipo y condiciones del buque.
Diferenciándose del “Lloyd´s List”, para el período 1765-1766 surge el precursor Lloyd´s Register of Shipping, cuya edición fue producto de una agrupación ajena al primero, añadiéndose además dos columnas al registro, para rectificar los datos del apartado undécimo.
En 1769 el sector asegurador inglés inicia la adopción de medidas pertinentes al fortalecimiento del medio asegurador, pero alrededor del Café Lloyd´s se centran desagradables aversiones, a causa de la invasión de desafectos dedicados a negocios especulativos, así como al aseguramiento a manera de apuestas, sin interés asegurable y lesivo. Todos esos sucesos fomentaron un ambiente poco agradable para los “legítimos y honestos aseguradores” que, habían establecido sus bases de operaciones en el Café del Lloyd´s, por lo que, se sintieron precisados a prestar ayuda a uno de los antiguos camareros del Café y:
“reconociendo la conveniencia de mantener los principios fundamentales del establecimiento original, optaron por “crear” e inaugurar un nuevo negocio, apadrinándolo con la denominación de “Nuevo Café de Lloyd´s (New Lloyd´s Coffe House) que, bajo la dirección de Thomas Fielding, se instaló en un amplio local ubicado en Pope´s Head Alley (21 de febrero de 1769), cuyo alquiler anual se hubo de concertar en la suma de ochocientas libras, locación que no desmereció del prestigio que tuvo el antiguo recinto”.
De manera que, entre ambos grupos rivales se generó una ciclópea lucha, “en la que cada parte aspiraba a lograr la más absoluta supremacía sobre la otra”, inclusive con la difusión de infundadas crónicas que pudieran menoscabar el “prestigio” del adversario.
Al inaugurarse el nuevo café, los disidentes consideraron pertinente establecer un convenio con la Administración del Correo Central, que facilitara la entrega y envío de informes sobre el movimiento de buques, cotizaciones de fletes, estados financieros de los distintos mercados y relatos noticiosos del acontecer marítimo, así como confeccionaron una publicación interna intitulada el “New Lloyd´s List”.
Un hecho de trascendencia hizo pensar en la premura para la adquisición de un nuevo establecimiento, más amplio y cónsono: El día 13 de diciembre de 1771 y con la anuencia de setenta y nueve suscriptores, fue consentido un manifiesto en los siguientes términos:
“los abajo firmantes convenimos pagar nuestras respectivas suscripciones en el Banco de Inglaterra, a nombre de un comité elegido por votación, para construir un nuevo Café Lloyd´s”.
Individualmente, la suma quedó fijada en 100 libras y a comienzos del año 1772, se constituye el primer Comité presidido por el señor Martin Kuyek Van Mierop, con el fin de cumplir el acuerdo de peregrinar hacia un lugar con carácter más definitivo. Así que, en medio de este trance, surge una figura que, por todos es considerado el “Padre del Lloyd´s”: Jhon Julius Angerstein (1735-1823). Pero sobre la vida de Jhon Julius, transcribamos el breve relato del amarillento pergamino:
“Nacido en San Peterburgo, en 1735, y descendiente de una familia de Hannover, llega a Londres cuando no es más que un muchacho de unos trece años y comienza a practicar al lado de un comerciante ruso. Hombre decidido, laborioso, emprendedor, destaca no solo en esta actividad del seguro, sino también en otras varias y diversas, llegando a ser un árbitro de los negocios e incluso le resta tiempo para dedicarse al arte.
La fama de este hombre como asegurador, era tal, que el bróker que lograba iniciar la suscripción de un riesgo con la firma de Angerstein ya podía tener la seguridad de completar la cobertura sin el más mínimo trabajo. Angerstein no formó parte del primer Comité del Lloyd¨s, pero todo hace suponer que no fue debido a falta de méritos para ello, y bien claramente viene a demostrarlo el que, dejaron a su cargo la difícil y laboriosa tarea de efectuar ciertas gestiones diplomáticas cerca de la Royal Exchange, para lograr que ésta consintiera en dar al Lloyd´s un cobijo en su edificio. Resultado de esta misión fue el contrato de alquiler, firmado en noviembre de 1773, por una duración de veintiún años y renta anual de 160 libras”.
*El Autor tiene en su poder un manuscrito que, señala el origen oscuro de Mr. Edward Lloyd y su Café, pues no existen evidencias concretas, pero advierte que es probable que para 1698, Mr. Edward frisara los cincuenta años. Si eso es cierto, Mr. Edward Lloyd nació seguramente en el año 1648 (18 años antes del Gran Incendio de Londres de 1666).