El diseño de las pólizas de seguros ha cambiado mucho en pocas décadas, y sigue evolucionando constantemente. De hecho, el sector asegurador está íntimamente relacionado con la innovación. ¿Acaso no fue innovación reparar una rotura que un cliente ha tenido en su casa en lugar de indemnizarle por la misma y que sea él quien busque la solución? Pues esto que hoy nos parece muy habitual no lo era tanto hace unas pocas décadas. Fue MAPFRE, precisamente, en España quien introdujo ese concepto y está claro que llegó para quedarse.
Pólizas a medida, en función de cómo se comporta el cliente o seguros que se activan y desactivan son tendencias que están ahí y que poco a poco previsiblemente irán calando en nuestras vidas y cambiará precisamente la relación que los clientes tenemos con esta industria.
En los últimos tiempos empieza a sonar un nuevo concepto: seguros paramétricos. Es verdad que esto no es novedoso para los profesionales del sector, sobre todo aquellos que se dedican al reaseguro, a los grandes riesgos o aquellos muy relacionados con los fenómenos atmosféricos. Existen desde hace más de dos décadas, pero para el público en general puede que sea un concepto con el que no esté tan familiarizado… y tal vez en un futuro -lejano o no- sea una realidad. Hoy más bien es una tendencia a explorar, porque algunos de los intentos que se han llevado a cabo no han resultado muy fructíferos y se han quedado, precisamente, en eso, en ensayos o proyectos con muy corta vida al no dar los resultados esperados.
Pero, empecemos por definir qué son los seguros paramétricos. Es una póliza en la que la compañía aseguradora paga al cliente en función de la intensidad de un evento y del importe de la pérdida calculada, a través de un modelo, con los datos previamente previstos. Puede parecer un poco técnico, pero no es tan complejo y tal vez con un ejemplo sea más fácilmente entendible.
El paso previo es definir los parámetros que se van a utilizar para que el seguro entre en funcionamiento. Por ejemplo, hay que establecer el área geográfica específica que va a cubrir ese seguro, así como otros parámetros que pueden ser la velocidad que debe sobrepasar el viento para que entre en funcionamiento este seguro o cantidad de litros de precipitación que tiene que caer, intensidad de un terremoto, etc…y entra en juego una fuente objetiva y neutral, que garantice ese dato. En el caso de los seguros paramétricos existe un tercero incontestable, es decir, que no es ni la compañía aseguradora ni el cliente, pero que es reconocido por ambos, y por la sociedad en general, como una fuente objetiva y neutral de información que aporta ese dato para determinar si se activa o no la cobertura contratada. Por ejemplo, la Agencia Estatal de Meteorología, en el caso de parámetros relacionados con el clima. Este tipo de seguros entrarían en funcionamiento en el momento en que se cumplan esos parámetros y nadie va a cuestionar la información oficial que cualquier organismo de este tipo facilite. En cuanto la fuerza del viento supere la indicada en el contrato en la zona prevista, por ejemplo, el seguro entra en funcionamiento, independientemente de que el cliente sufra o no daños y sin necesidad de que el cliente sea quien comunique esa circunstancia.
Esa es la principal diferencia con lo que podríamos considerar un seguro “tradicional”. Podría darse el caso de que, pese a que se produzca un gran huracán, algunos edificios de la zona cubierta por el seguro paramétrico no tengan daños. Sin embargo, el cliente sí sería indemnizado ya que se han cubierto las especificaciones previstas. Pero también puede ocurrir que los daños existan y sean cuantiosos y mayores a los previstos en el seguro paramétrico. ¿Qué ocurriría entonces? El cliente recibe la indemnización acordada, independientemente de los daños. Incluso podría darse el caso de que existan daños sin que se haya llegado a activar el seguro, ya que no se han alcanzado los parámetros establecidos en el contrato. Esta es otra de las grandes diferencias con el seguro tradicional, en el que se indemniza en función de los daños reales. Con lo cual, ante el mismo hecho la diferencia de indemnización con uno u otro seguro puede ser importante.
Como todo, tiene sus ventajas y tiene sus inconvenientes. Como principal ventaja, se puede evaluar anticipadamente el posible impacto y las previsiones que pueden hacer las compañías aseguradoras son más ajustadas y se sabe inmediatamente si el seguro entra en juego, en cuanto se den las circunstancias contempladas en la póliza. Reducción considerable de los gastos de gestión y administración de siniestros, junto con la rapidez pueden considerarse otras de las grandes ventajas, permitiendo agilizar mucho los pagos y ahorrando tiempo.
Como la indemnización se activa de manera automática, normalmente en tiempo real, hay ocasiones en que ese mecanismo se ha puesto en marcha, incluso, antes de que el cliente sea consciente de que ha ocurrido un evento que activa este seguro. Por ejemplo, en el caso de cancelación o retraso de un vuelo, la aseguradora muchas veces conoce esa situación antes que los pasajeros. “Tu vuelo se va a retrasar. Adjunto podrás encontrar un pase para la sala VIP y un vale de comida y bebida. Relájate y permanece atento a las actualizaciones de los vuelos”. Un mensaje de estas características, por ejemplo, puede hacer más llevadera esa situación. Este sería un ejemplo de cómo se activa un seguro paramétrico.
En este sentido, precisamente el tiempo es una de las “desventajas” de los seguros tradicionales comparado con éstos, ya que exige una evaluación in situ de los siniestros ocurridos, lo que requiere profesionales que se desplacen a la zona y examinen todos los siniestros. Por el contrario, es más ajustada a la realidad. Una ventaja de los seguros tradicionales es que comúnmente, salvo que el cliente quiera lo contrario, la compañía aseguradora va a reparar los siniestros en lugar de indemnizar, algo bastante valorado por los clientes.
Este tipo de seguros se utiliza sobre todo para riesgos relacionados con fenómenos de la naturaleza (huracanes, inundaciones, etc…) y todavía no tienen gran aplicación ni auge entre los clientes particulares. Son, precisamente, las startups las que están empezando a desarrollar este tipo de seguros para particulares, basados en la analítica de datos, los nuevos dispositivos tecnológicos de medición, la automatización de la evaluación de riesgos y nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial o el blockchain.
Las redes sociales es otro ámbito en el que este tipo de seguros empieza a tener desarrollo, ya que, por ejemplo, existen seguros paramétricos que se activan en el supuesto de usurpación de cuentas de Instagram de influencers. En esos supuestos, una empresa especializada monitoriza la actividad de la cuenta y es capaz de detectar la usurpación, incluso antes de que el usuario se dé cuenta. Un mensaje al influencer, indicándole que se ha detectado esa usurpación, que se han iniciado los trámites para que pueda recuperar la cuenta y que se la ha ingresado una indemnización por las pérdidas que le supone tener inactiva la cuenta es un ejemplo de cómo funciona este tipo de seguros.
Algunos proyectos puestos en marcha para particulares se focalizan en los seguros de viaje, teniendo en cuenta parámetros como puede ser la cancelación o retraso de un vuelo, de un ferry o la pérdida del equipaje en un aeropuerto pasado un determinado tiempo preestablecido después de aterrizar el vuelo. No es extraño que sea con los seguros de viaje con los que se hayan empezado a experimentar este tipo de nuevas pólizas, ya que es un mercado con un gran potencial, pues sólo en el ámbito europeo los seguros de viaje representarán más de 10.000 millones de dólares en 2027, según datos de Allied Market Research.
Aunque distintivas voces apuntan a que en el futuro los seguros paramétricos tendrán un desarrollo significativo, por ahora las iniciativas en este sentido están en fases muy incipientes como para poder augurar cómo será su desarrollo. De hecho, algunas de ellas no han tenido el éxito que se esperaba y después de un tiempo han dejado de existir. Aunque quien sabe si en el futuro se convertirán en algo habitual.
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